Después de años de fiel servicio, el padre de Hochi fue retirado del trineo de Papa Noel, dada su avanzada edad. Un puesto hereditario, que pasaba desde tiempos inmemorables de padres a hijo y que muy pronto debía asumir el joven Hochi.
Una gran responsabilidad, para la que no se sentía preparado y cuyo peso le causaba tal zozobra, que sin que nadie se diera cuenta, se escapó de su cruel destino. Sin ningún sitio a donde ir, voló y voló, hasta encontrar una pequeña cueva en la que poder descansar un rato.
Cuando sus padres se dieron cuenta de la locura que había hecho su hijo, comenzaron a buscarle desesperadamente por todo el Polo, con la ayuda del resto de los renos y Papa Noel. A punto de darse por vencidos, encontraron al pequeño, durmiendo plácidamente en la caverna.
-Hochi, hijo mío. ¿Por qué nos has hecho esto? –Dijo la madre con lágrimas en los ojos-
-Siento que sufras mamá, pero es que no quiero tirar de ese pesado trineo.
-Es una tradición familia-dijo su padre muy enfadado- de la que debes hacerte cargo, como hicieron todos nuestros ancestros. Comprendo que estés asustado, pues todos lo estuvimos la primera vez al llevar el trineo, pero debes pensar que sin nosotros, miles de niños se quedarían sin sus regalos.
Tras un largo silencio, Hochi dijo:
-Tienes razón papá, he sido un egoísta al pensar únicamente en mi beneficio. Cuando tenga miedo o me parezca imposible continuar, siempre recordaré tus palabras.
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